Las cataratas
son una enfermedad en la que el cristalino (lentilla biconvexa del ojo)
se vuelve progresivamente opaco a tal punto que la visión se vela y se
distorsiona, lo cual lleva a la ceguera a más o menos largo plazo. Esta forma
de incapacidad física llega en mi vida en el momento en que ya no deseo ver
interiormente lo que sucede delante mío, lo que seguirá o lo que amenaza con
influenciar mi vida y las decisiones que debería tomar. Lo que vi o veo para el
futuro me lleva a decirme: “No creo mis ojos!”. Mi visión disminuye
porque la energía ya no baña este lugar. Pierde brillo y se oscurece, veo el
futuro con un ojo oscuro y velado, sin alegría ni alegría del corazón.
Es posible que tenga una actitud egocéntrica y que quiera ver la vida sólo a mi
modo sin tener en cuenta la realidad ajena. Es una actitud egoísta que puede incluso
hacerme creer que soy superior a los demás. Esta catarata me aparta del
presente, me retira del universo que me rodea. Esto me disgusta a ciertos niveles
y debo tomar consciencia de los aspectos exterior e interior de las cosas. La catarata
aparece normalmente hacía el final de la vida, en el momento en que se
instala el miedo de envejecer y volverme impotente o sin poder. “Ya no quiero
ver la futura imagen de mí si aún no está aquí, por temor a que me disguste
demasiado.” Pierdo mi flexibilidad mental y de acción. Me vuelvo menos
tolerante y olvido frecuentemente los sucesos que acaban de sucederme. Entonces
no tengo interés en ver el futuro que puede parecerme muy oscuro (las cataratas
son frecuentes en los países en vía de desarrollo). Sin embargo, puedo
levantar el velo que me impide ver mi auténtica realidad poniendo mi atención
en mi luz interior.
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